martes, 10 de septiembre de 2013

La emigración por la crisis supera ya a la de los 60

Doce mil malagueños se han marchado en los últimos cuatro años, tres mil más que en la primera etapa del gran éxodo de hace medio siglo

Jóvenes preparados entre los 25 y los 35 años, con títulos universitarios e idiomas, pero sin oportunidades laborales relacionadas con su formación en nuestro país y con escasa o nula experiencia laboral. Es el perfil del nuevo emigrante, según explica Teresa Rubio, directora de la empresa de trabajo temporal Randstad en la provincia. Un retrato muy diferente al de los malagueños que se marcharon a trabajar al extranjero en los años 60 y 70, que acudieron a la llamada de la entonces República Federal Alemana, Francia o Bélgica para ocupar los puestos más duros y peor remunerados como mano de obra barata. 

Entre una emigración y otra existen muchas diferencias, pero también similitudes. Antes, los que se marchaban huían de la miseria. Ahora, la falta de oportunidades está empujando a muchos jóvenes a salir de España. Lo más sorprendente es que el éxodo de malagueños que se han marchado desde el año 2009 supera ya al de los primeros años de la emigración de los años 60. Entre enero de 2009 y de 2013, 12.347 malagueños han hecho las maletas para encontrar un trabajo, según el Padrón de Españoles Residentes en el Extranjero (PERE) del INE, 3.600 más que los 8.645 que se fueron entre 1964 y 1967, según los datos recogidos del Instituto Español de Emigración (IEE). Unas cifras en las que, según los expertos, hay que tener en cuenta los cambios demográficos –la provincia tiene ahora más habitantes– y que en esta estadística no se incluyen muchos ciudadanos que viajaron por su cuenta hace medio siglo o que no se registran actualmente en los consulados españoles en el país de destino.


Uno de los autores de 'Historia del Instituto Español de Emigración' y profesor de Historia Contemporánea de la Universidad Complutense de Madrid, Carlos Sanz, explica cómo era la emigración que experimentó España en la época franquista. «La mayoría eran jornaleros que apenas sabían leer y escribir que de un día a otro pasaban de vivir en los pueblos a cambiar de país, cultura, idioma, moneda y a descubrir las grandes ciudades modernas donde encontraban mayor libertad», señala. Ahora, los jóvenes malagueños están mucho más acostumbrados a viajar y ya conocen otros países e idiomas en un mundo cada vez más globalizado, explica Sanz. El simple hecho de no tener que llevar pasaporte para entrar en otros países de la Unión Europea y de compartir moneda ya supone un gran cambio.

Salidas organizadas

Hace medio siglo, el IEE –que en Málaga tenía su sede en la avenida Manuel Agustín Heredia–, se encargaba de organizar las salidas europeas y transoceánicas de españoles con acuerdos bilaterales con otros países. Algo que hoy día no existe. Solo se han producido campañas como la de la canciller Ángela Merkel para atraer talentos españoles a Alemania o los anuncios de algunas ofertas de empleo en Canadá o Ecuador. En la actualidad, los malagueños viajan «a la aventura» aunque muy informados, buscando el país en el que creen que pueden tener más opciones de trabajo, según explica Carlos Palomo, consejero de la Red EURES en Málaga. 

 Destinos elegidos
 
Suiza, Alemania y Francia en Europa, y Argentina, Venezuela y Brasil en Latinoamérica fueron los destinos elegidos por los emigrantes de aquella época. Ahora, a pesar de la fama de Alemania, la mayoría de los malagueños se están marchando a otras zonas, según explica Carlos Palomo. Argentina, Brasil, EE UU y Reino Unido son los destinos que han recibido mayor número de malagueños en los últimos años según las cifras del INE. Una tendencia que confirma Rocío González de Adecco, quien señala que el idioma está haciendo que muchos se decanten por zonas de habla española o inglesa. 

La forma de viajar también ha cambiado. Si antes los malagueños pasaban días enteros en trenes con destino a Europa, y en barcos hacia Latinoamérica o Australia, ahora los precios más asequibles de las compañías aéreas 'low cost' facilitan la decisión de emigrar. Una situación que, según Sanz, provoca que muchos jóvenes se marchen ahora a probar suerte y vuelvan a España ante el primer obstáculo. «En los años 60, las familias ahorraban durante meses para comprar los pasajes para los jóvenes, y se entendía como un fracaso si volvían sin haber cumplido su proyecto migratorio», dice Sanz. Ahora, sin embargo, los jóvenes dejan en España la mayoría de los casos una situación acomodada y deben empezar de cero, perdiendo en muchos casos calidad de vida en el lugar de destino.

La comunicación con la familia también ha cambiado. «Una carta podía tardar dos meses en llegar», indica Sanz, mientras que hoy por hoy los jóvenes están conectados al segundo gracias a Internet. De hecho, las nuevas tecnologías se han convertido en imprescindibles en el equipaje de los nuevos emigrantes. Frente a la maleta de cartón en la que apenas llevaban una muda, artículos de aseo y en la que no podía faltar la recomendación de buena conducta del párroco o el gobernador de turno, ahora llevan portátil, tablets y móviles de última generación en prácticos 'trolleys' con ruedas.

Alicia Fernández, secretaria de Igualdad y Formación de UGT en Málaga, explica que muchos jóvenes están viendo frustradas sus expectativas migratorias. Se marchan con mucha formación, pero a veces se topan con puestos por debajo de su cualificación y con contratos por horas. «Se están marchando muchos a Alemania que se tienen que volver porque no pueden convalidar sus títulos y no dominan el idioma», señala.

INMIGRANTES DE AYER

-Eutiquiano García Australia
«Trabajábamos muy duro, pero se vivía mejor que en España»
Eutiquiano García fue uno de los españoles que en el año 1960 emigraron hasta las antípodas para labrarse un futuro mejor. Vivió durante nueve años en Queensland (Australia), donde trabajó en los cultivos de la caña y del tabaco. Un empleo duro, pero bien pagado. Según explica este cántabro afincado en Málaga desde hace tres décadas, antes de marcharse cobraba unas 50 pesetas (0,30 euros) al día como transportista de una bodega en Santander. En Australia llegó a ganar 1.000 pesetas diarias (6 euros). «No parábamos de trabajar, pero se vivía mucho mejor que en España; al llegar, estuvimos varias semanas en un campo de trabajo de la II Guerra Mundial, y solo por estar allí ya nos pagaban y nos daban comida; comí más carne en esas semanas que la que había probado en mucho tiempo», recuerda Eutiquiano, que se fue con 25 años. Tardó 33 días en llegar en barco. «Íbamos con lo puesto», dice y señala que había tanto emigrante que aprendió más italiano que inglés. Con lo que ganó pudo ayudar a la familia, comprar un piso y una licencia de taxi a su regreso.

-María Pérez Liberia

«Pasé de vivir en blanco y negro al tecnicolor»

María fue una de las pocas españolas que emigró a Monrovia (Liberia). Se marchó al país centroafricano con apenas 18 años. Su madre, que se quedó sin recursos al enviudar, se había ido un poco antes para trabajar cuidando a los hijos de una familia americana. Al tiempo, llegó también su hermana menor. María trabajó en una peluquería de españoles durante cuatro años. Asegura que la vida pasó del blanco y negro al tecnicolor. «Era todo muy exótico y alegre; pudimos ahorrar para un piso aquí», señala.

-Antonio Jiménez y Carmen Sánchez Francia

«Si fuéramos jóvenes ahora, nos iríamos con los ojos cerrados»

Antonio Jiménez dejó su Yunquera natal con 19 años, en 1969, para marcharse a Lille, en el norte de Francia, donde trabajó como agricultor en un pequeño cortijo. Llegó con un contrato seguro porque su hermano llevaba allí un año y le avisó de que había un puesto vacante. Al principio fue duro. «Hacía frío y no teníamos agua potable, aunque nos trataban bien, teníamos habitación propia y comíamos en la misma mesa que nuestros patrones», recuerda. Lo más difícil fue el idioma. «Nos entendíamos por signos», señala. La mejor recompensa era el salario. Antonio recuerda que volvió de vacaciones a su pueblo y le dio a su madre 50.000 pesetas. «Se quedó sin habla, era muchísimo dinero», dice. Al poco tiempo se casó con Carmen Sánchez, a la que conocía del pueblo de toda la vida. «Volví un año y le dije: '¿Quieres casarte conmigo? Pues prepara el pasaporte porque nos vamos a Francia'», indica. Sus dos hijos nacieron en Francia, el país que durante una década se convirtió en su hogar. «Si fuéramos jóvenes ahora, nos iríamos con los ojos cerrados», añade Antonio.

INMIGRANTES DE HOY

-Lola Sánchez Reino Unido
«Soy licenciada en Periodismo y trabajo de 'au pair'»
Lola Sánchez, periodista de 30 años, decidió cambiar de vida después de encadenar prácticas y contratos precarios en el mundo de la comunicación y se marchó al Reino Unido a mejorar su inglés. Lleva un año en Londres, donde ha trabajado de camarera y ahora cuidando a dos niños como 'au pair'. Señala que los sueldos son mas altos, pero el alquiler, la comida y el transporte, también. «He tenido la tentación de volverme varias veces, pero aquí al menos tengo trabajo y gano mi dinero», señala.

-Rafael Gómez Sánchez-Lafuente Alemania

«Quería irme a vivir con mi pareja y en Málaga sin empleo no podía»

Rafael Gómez, nieto de un español que emigró a Suiza, lleva solo diez meses viviendo en Düsseldorf (Alemania). Es ingeniero técnico industrial de Electricidad y tiene un Master de Ingeniería Acústica. La situación en España le empujó a sus 27 años a hacer las maletas y probar suerte fuera de nuestras fronteras. «Quería empezar una vida de pareja con mi novia, cosa que en Málaga no podía hacer sin empleo, y decidimos venirnos los dos», dice. Allí, contaban con la ayuda de una cuñada que les echó una mano al principio. Después de trabajar como camarero y de un curso intensivo de alemán, ahora tiene un empleo en una empresa de mudanzas, cargando y descargando muebles. «No es de lo mío, no me siento realizado profesionalmente, pero en España tampoco lo estaría y me vine aquí sin saber nada de alemán; ahora al menos tengo trabajo y el nivel B1 del idioma», dice. Gana 1.200 euros al mes y asegura que en Alemania hay más oportunidades y puede vivir independizado. «Mi meta es mejorar el idioma y conseguir un puesto de lo mío», señala.

-Jerónimo López Alemania

«Si no estás dispuesto a aprender el idioma, mejor no vengas»

Jerónimo López llegó a Alemania en febrero de 2011 con «la maleta como única compañera». Es programador web y actualmente trabaja para un holding financiero, en el departamento de desarrollo de software en Frankfurt. Asegura que encontró empleo muy rápido. El primero lo halló en la región de Baden-Württemberg gracias a una red social laboral y fue la propia empresa la que contactó con él. Actualmente tiene un contrato indefinido y explica que gana mil euros más de lo que ganaría en el mismo puesto en Málaga. Y todo sin saber alemán anteriormente. «Tuve la suerte en los dos empleos que hasta ahora he tenido de que me hayan pedido solo inglés, aunque aprendo por mi cuenta; hay que venir con una cosa muy clara en la cabeza a este país en mi opinión, y es que si no estás dispuesto a aprender el idioma, mejor no vengas», dice. Este malagueño señala que imaginaba que le costaría mucho adaptarse al trabajo, pero que donde ha encontrado más dificultades es en hacer amigos, precisamente, por el idioma.

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